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Si amar duele

parte I

Si no estás amando con alegría, si amar a alguien se transformó en un peso, las piezas están descolocadas. Cuando somos empáticos y sentimos todo lo que nos rodea, nos mimetizamos con nuestro entorno. Para reflejar esas emociones, como un canal transmutador de energías, nos disolvemos en otros. Esto es natural, sucede si sos hipersensible, esponja de energías. Naciste para amar, para cuidar y ser Uno con los demás. El rechazo, la separación y el maltrato te duelen; literalmente te duele el corazón. Somos capaces de sentir infinito amor captando la divinidad y el potencial en las personas. Somos los conectores que liberan eso que está estancado. Para poder hacerlo, se deshacen los límites entre un yo y el otro. Percibo y siento; Soy esa energía que me inunda. La acepto, la proceso y libero. Al tener esta condición, es necesario saber que es un don. No es una debilidad, sino una gran fortaleza: la capacidad de sentir todo el espectro de emociones, transformando la energía densa, para alivianarla. Pero esta cualidad nos hace frágiles si no la reconocemos y aprendemos a regular las sintonías. Incluso a saber apagarlas cuando sea necesario. Para no enfermarnos, hay momentos en donde limitamos el canal. Sin embargo, esa no es nuestra condición natural, y poner límites duele. Es como si nos cortaran una parte, y literalmente es así: un cordón energético está siendo bloqueado. Si estás sintiendo el dolor de sostener, pero te cuesta poner un límite, aprende a hacerlo. Corres el riesgo de perder tu fuerza vital. Porque tu corazón está abierto, y por allí drena tu energía hacia el otro, que intenta absorberla. Tenemos que comprender que los límites forman parte del Amor en esta Tierra. Así como apreciamos el equilibrio de los colores en una pintura, también creamos belleza al equilibrar nuestras emociones. Porque vinimos a sentir profundamente, pero también a ser maestros en darle forma, cantidad, tiempos a ese Dar incondicional, como un Arte. El hombre hasta no estar formado completamente, hasta no tener todos sus canales emocionales fluyendo en conexión con su divinidad, es como un árbol con raíces débiles. Tiende a alimentarse del afuera, de la materia y de otras personas, bebiendo de sus aguas, o a caerse y ser consumido. Pero si nuestras raíces abrevan del alma, y logramos ver esta inmadurez en una relación, registrar ese estado; podremos regular la dosis exacta que el otro necesita para crecer. A veces dar y conectarse, y a veces no, en su justa medida. Puede pasar un tiempo, hasta que las piezas se reacomoden y fluya nuevamente el amor desde la empatía y el respeto mutuo, sin agotamiento. Hasta que sólo ames, con alegría.

L. G.

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